Por Gabriel Solano.
Ya lo vimos en la campaña electoral de 1989: una campaña del oficialismo y de la oposición que advierte contra supuestos saqueos a los supermercados. nuestro partido denunció el intento de desviar una movilización popular, la que debía asumir un carácter político, hacia acciones de vandalismo. El “operativo saqueos” sirvió, entonces, para adelantar la toma de posesión por parte de Menem, mientras Alfonsín lo encubría con su orden de detención al comité nacional del partido obrero y el allanamiento de decenas de locales de nuestro partido.
Ahora, ‘rápida y furiosa’, CFK aprovechó al voleo el pronóstico del pirómano de las urnas, Luis Barrionuevo, para denunciar los ‘estallidos’ que estaría organizando una conspiración que no develó. y envalentonada por el apoyo celestial que le dispensa el vaticano y el más terrenal de George Soros, Cristina Kirchner se lanzó a denunciar una campaña de desestabilización. Al augurio de Barrionuevo, lo reclasificó como ‘matinée’, un galicismo que aludiría a las agallas que tendría para hacerle frente. El año pasado, sin embargo, esta suficiencia le costó caro, porque la negativa a enviar el socorro que le pedía de la sota derivó en un saqueo generalizado -pero no popular-, sino policial.
La advertencia contra los “estallidos”, sin embargo, no va dirigida contra Barrionuevo, sino contra los trabajadores que luchan contra suspensiones y despidos: se arriesgan a ser denunciados de “desestabilizadores” al servicio de los fondos buitre -algo que ya ocurre. Presentar una acción obrera como un acto conspirativo justifica la represión y la declaración del estado de excepción. Pero la advertencia también revela la bancarrota económica y política del ‘modelo’, que se ve acosado por ‘estallidos’ al mismo tiempo que se sigue arrogando una gran representación popular. La desestabilización parte de la crisis capitalista y del ‘pago soberano’ a los usureros.
¿Se viene el estallido?
De todos modos, el “estallido” ya se ha producido en el conjunto de las variables económicas y sociales. una deuda pública feroz (incluidas las provincias y el banco central) y una inflación del 40 por ciento anual. La serenísima volvió a reestructurar deuda, y Donnelley y Pescarmona están en concurso de quiebra. Kicillof anunció un pago de deuda, en 2015, de 12 mil millones de dólares, que hay que sumar a los de las provincias y a los vencimientos del año en curso -un total de, aproximadamente, 17 mil millones de dólares. El banco central tiene reservas inferiores a ese monto, una vez que se excluyen los pases con otros bancos y los depósitos de privados. Al mismo tiempo, ha acumulado deuda con importadores por 4 mil millones de dólares, y con los bancos locales por 300 mil millones ! de pesos. La producción industrial está en caída; la devaluación del peso a 15 por dólar en las operaciones de bolsa y la retención a la soja ponen de manifiesto una decidida acción de los grandes capitales para precipitar una corrida cambiaria. Esto no se supera con una ley de abastecimiento, mientras se procede con el naftazo y los tarifazos en general.
Vamos por un plan de lucha
Más allá de los ritmos que adquiera la crisis, las condiciones de vida de los trabajadores se agravan. Una encuesta de la universidad católica pone de manifiesto que el 40 por ciento de los chicos del con-urbano está por debajo de la línea de pobreza.
Lejos de deponer las acciones de lucha, necesitamos un plan de lucha -por un salario mínimo igual a la canasta familiar, ajustado mensualmente por la inflación; un aumento de emergencia de 3.000 pesos para los jubilados, la prohibición por un año de los despidos y las suspensiones, la eliminación del impuesto al salario, el reparto de las horas de trabajo sin afectar el salario, un plan de obras públicas financiado con impuestos a los grandes monopolios, el cese del pago de la deuda externa y de los subsidios a la clase capitalista, la puesta en marcha de un plan económico sobre la base de los intereses obreros y populares que parta de nacionalizar la banca y el comercio exterior. Sobre esta base llamamos a reforzar una campaña por un paro nacional de 36 horas con movilizaciones en todo el país.
Del mismo modo que en 1989, llamamos a pasar por delante de los supermercados y movilizarnos contra un plan económico y político que les hace pagar la crisis a los trabajadores. Para ese objetivo convocamos a un congreso del movimiento obrero y la izquierda, el próximo 8 de noviembre en el luna park. Llamamos a los activistas obreros y juveniles, a sus agrupaciones y a los partidos de izquierda a impulsar en común este reagrupamiento socialista de fuerzas de la clase obrera.
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