La escalada entre Ucrania y Rusia no fue de un día para el otro, sino gradual, casi en un juego de espejo: al mismo tiempo que Rusia reforzaba militarmente su frontera con Ucrania, el flamante presidente de Estados Unidos, Joe Biden, hablaba por teléfono con su par ucraniano, Vladimir Zelenski, para garantizarle su “apoyo inquebrantarle” en su disputa con las milicias separatistas prorrusas que aún controlan parte de dos de sus provincias del este del país, fronterizas con Rusia.
Acto seguido, el sábado pasado, estas milicias prorrusas denunciaron que un niño “nacido en 2016” había muerto en un bombardeo de un dron de las Fuerzas Armadas ucranianas sobre el territorio que controlan, en el pueblo de Alexandrivske, a solo 15 kilómetros del frente donde aún siguen habiendo combates o ataques esporádicos.
El Gobierno de Ucrania negó todo: “Una manipulación brutal, cínica y odiosa”, aseguró el departamento de prensa del Ministerio de Defensa a la agencia de noticias AFP, sin dar más precisiones.
La Misión de observación de la Organización para la seguridad y la cooperación en Europa (OSCE) aún no se pronunció y el domingo el jefe de la diplomacia de la Unión Europea (UE), Josep Borrell, ratificó el apoyo “inquebrantable” del bloque a “la integridad territorial de Ucrania”, se mostró “preocupado” por la movilización militar rusa en la tensión bilateral y no mencionó la denuncia de los separatistas.
Este lunes, en cambio, desde Moscú, el Gobierno de Vladimir Putin, que sigue manteniendo que la movilización militar en la frontera con Ucrania aseguró que no busca “amenazar a nadie” y anunció que está investigando la presunta muerte de un niño, denunciada por los separatistas en el país vecino.
El Comité de Investigación de Rusia, órgano estatal que se ocupa de investigar crímenes considerados graves, denunció a las Fuerzas Armadas ucranianas de haber violado el cese al fuego que rige en la zona el viernes pasado y haber atacado infraestructura civil en Alexandrivske con armamento pesado y drones, según la cadena de noticias Al Jazeera.
Alexandrivske es un pequeño pueblo dentro de la llamada República Popular de Donetsk, una de las regiones del este de Ucrania tomadas por milicias separatistas en marzo de 2014 y que, sin éxito, pidieron ser anexadas a Rusia ese año, como sí lo había hecho Moscú con la Península de Crimea, en el sur de Ucrania, apenas un mes antes.
La anexión rusa de Crimea desató una ola de sanciones de Europa y Estados Unidos contra Moscú que sigue creciendo hoy, cinco años después.
El vocero de Putin, Dimitri Peskov aseguró ante la prensa rusa que no ve motivos para descreer de la denuncia de las milicias separatistas ucranianas y la muerte del niño a manos de un ataque del Gobierno ucraniana, pese a reconocer que no recibieron pruebas de sus aliados.
“Por supuesto sería difícil de imaginar que usan la muerte de un niño para difundir noticias falsas”, sentenció Peskov.
La tensión en la frontera escaló tanto que la zona se volvió nuevamente un tema de preocupación inmediato no solo para la UE, sino también para la OTAN y el Gobierno de Biden.
Este lunes, el vicanciller ruso, Sergei Ryabkov, informó a la prensa que su cartera se encuentra en contacto por la situación en Ucrania.
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