En 1990, un auto fue la sensación del TC 2000 a pesar de no haber salido campeón. Fue el Fiat Regatta de Osvaldo “Cocho” López, que fue el más ganador de ese año y revolucionó la categoría por tener una preparación de avanzada. A fines del campeonato siguiente el coche dejó de correr y volvió a la fábrica. Luego se le perdió el rastro por 26 años hasta que apareció casi en el límite con Chile. Fue recuperado por dos hermanos entusiastas que están a punto de completar su restauración con la ayuda del constructor y los preparadores originales del auto. Infobae habló con ellos para conocer la historia.
En 1989, Cocho y su preparador, Osvaldo Antelo, decidieron dejar de correr con Renault, marca que por esos años dominó la categoría con Juan María Traverso. El ex piloto porteño se fue a Fiat y propuso correr con el modelo Regatta. A pesar de cierto escepticismo, desde la fábrica aceptaron la idea. López tuvo como principal sponsor a una firma de productos químicos para el agro y que también produjo un detergente llamado “Vencedor”, nombre que cayó como anillo al dedo para el auto.
Revolucionario.
Como su motor era de 1.800 cm3 (200 menos que los del Ford Sierra y del Renault Fuego), el coche tuvo una facilidad en el reglamento que fueron 100 kilos menos que los mencionados modelos. Esto último fue la clave para el ritmo del auto en carrera. Luego de un año de desarrollo donde los resultados empezaron a asomar, Cocho ganó la primera carrera de 1990 en Mar del Plata (25/2) y repitió en Buenos Aires (19/8), Allen (14/10), Paraná (11/11) y Balcarce (25/11), éstas tres últimas de forma consecutiva. Nunca más la marca ganó tanto en una misma temporada en 42 años de la categoría.
“El nombre de ‘Vencedor’ surgió primero por un detergente de nuestro principal sponsor. Me hacían ir a los supermercados donde yo dejaba una figura mía, de mi mismo tamaño, en las góndolas donde estaba ese producto. Así que cada 15 días iba a firmar autógrafos a las señoras, muy divertido para la época”, cuenta Cocho.
“El auto fue muy bien construido, con mucha tecnología para la época. Lo construyó Gustavo Donadio, quien hizo un chasis muy rígido y eso le dio una gran ventaja. En la mecánica, Osvaldo Antelo hizo un motor con una curva de aceleración diferente, aprovechando todos sus años de experiencia con el motor Renault (sus rivales). Sabía que el motor tenía una determinada potencia en un rango de RPM (revoluciones por minuto)”, recuerda López.
“Con todo ese conocimiento, Osvaldo buscó hacer un motor que pudiera acelerar en un rango distinto y aprovechar esas décimas que nos daban los 1.800 cm3 (cilindrada) con los 900 kilos (100 menos que los Renault y Ford). Otra ventaja que teníamos era que, al ser un coche más liviano, las gomas aguantaban más que los otros coches. Esto te daba una pequeña diferencia de unas dos o tres décimas y fue una ventaja que nos permitió lograr esas cinco victorias en un año”.
Sobre el motor, Fabián Antelo, hijo de Osvaldo, explica que “se suplementó la altura del block para poner una biela más larga para tirar más vueltas y que el pistón sufriera menos y tener un mejor régimen de vueltas (RPM)”.
“La trompa se hizo con el asesoramiento de un ingeniero aeronáutico y se consiguió reducir el área frontal para tener una mejor entrada del aire y mejoramos unos cuatro y cinco kilómetros. Luego de una temporada de desarrollo, en 1990 conseguimos que fuera ganador. También empezamos a usar telemetría, cuando nadie lo usaba. Fue un gran auto y si no abandonaba en dos carreras que Cocho venía ganando, Rafaela y Tucumán, podría haber salido campeón. Le cayeron muy bien las gomas Fate y con eso fue el coche a batir. Pero en 1991, cuando cambiaron de proveedor, no le cayeron bien los nuevos neumáticos”, agrega Antelo.
La búsqueda del tesoro.
En 1991 SEVEL (empresa que en ese momento nucleaba a Fiat y Peugeot), decidió entrar con un equipo oficial con dos autos y Cocho fue acompañado de forma alternada por Hugo Olmi y Carlos Garro. Por un cambio de sponsor los coches pasaron a ser rojos. Hicieron otro Regatta nuevo que fue para López, y el Vencedor lo corrieron los otros dos pilotos. La escudería se disolvió a fin de año y los coches volvieron a la fábrica. El hijo del jefe de pintura que corría en los zonales pidió si le daban uno de los coches y eligió el primero el que había ganado las cinco carreras.
Los hermanos Medina son dos entusiastas y amantes del automovilismo. Les gusta restaurar motos y autos originales. Fueron responsables de encontrar otro coche histórico del TC 2000 como el Volkswagen 1500 de Luis Rubén Di Palma campeón en 1983. El auto ya comenzó a restaurarse en el taller del Savino Sport, que es de un equipo del Turismo Carretera donde compite su piloto, Ignacio Savino.
“Todo arranca con el motor del Regatta que estaba en el Carburando Café, donde Marcelo Mercado (periodista de Carburando), que es muy amigo nuestro, nos decía ‘chicos, por qué no averiguan para armar el Regatta’. La idea inicial era hacer una réplica, pero a nosotros nos gusta armar vehículos originales. Mi hermano empezó a indagar por las redes si el auto existía y quién lo podía tener. Logramos una punta que decía que el auto había salido tres veces campeón en forma consecutiva en el TC 2000 del Oeste con un piloto de apellido Giacarini, que luego se lo vendió a un piloto del sur y éste a Néstor Pereyra que lo corrió en unos zonales patagónicos. Después lo guardó en un galpón en Río Turbio, bien al sur, casi pegado a Chile”, relata Diego Medina.
“Conseguimos comunicarnos con Pereyra y primero nos mandó varias fotos y tenía todos los papeles de SEVEL. Sumado a que tenemos el contacto con Mario y Fabián Antelo, Cocho López y Gustavo Donadio, que fue el constructor del auto. Todo ellos nos confirmaron que era el coche original y lo compramos en 2018. De Río Turbio fue a Río Gallegos y de ahí a Benavidez donde lo trajimos en una ‘planchita’ (grúa). En dos o tres días lo trajimos”, comenta.
Sobre cómo chequearon que era el original, Antelo asegura que “estaban los soportes y anclajes del motor que le habíamos hecho. También por los refuerzos que pusimos en la jaula antivuelco en 1990. No fue necesario ningún número de chasis. Nosotros lo construimos con el asesoramiento de Donadio y cuando vos construís un auto en tu taller, es como un hijo, es imposible no reconocerlo”.
Su restauración.
“Arrancamos en noviembre de 2019 y lo llevamos al taller del Savino Sport. Se avanzó mucho en 2020 cuando las carreras se pararon por la pandemia. Se empezó a desarmar, a cortar, a sacar pintura vieja que tenía muchas capas y el motor original que teníamos se lo llevaron los Antelo y lo hicieron a nuevo. En menos de un mes lo armaron 0 km/h. La tapa de ese motor era de color rojo y ellos lo recordaban. En aquella a cada uno le pusieron un nombre y ése que era con el que habían ganado las carreras lo llamaron “Sandokán”, o tenían otro que le decían “Atila”, que lo usaban para clasificar. Banquearon el motor y a 7.200 vueltas dio 200 caballos de potencia y en 1990 llegó a 215″, describe Diego.
“Luego se mandó a pintar y se le colocó el motor, se le hizo la instalación eléctrica y tiene elementos originales como la butaca y los cinturones de seguridad. También nos ayudaron partes del segundo auto al que también logramos encontrar. Ése quedó en manos de un muchacho que estaba de novio con una chica de SEVEL. Un día le dice ‘¿Sabés qué van a hacer con ese Regatta?’ La chica preguntó en el depósito le respondieron ‘que lo venga a buscar porque lo vamos a tirar’. Le dieron los papeles del auto y se fue a Santa Fe y lo transformaron en un auto de rally y de ese coche pude rescatar el tanque de nafta, las llantas con las que corría, el tacho de aceite, los amortiguadores y la tapa de cilindro”.
El propio Osvaldo Antelo, de 86 años, los ayudó desde su casa para la restauración. Y Fabián tiene una linda anécdota: “Mi papá está grande, pero muy bien de la cabeza. Se puso muy contento cuando el coche apareció y estuvo a la expectativa de su reconstrucción. Un día renegamos mucho con el motor y no le encontrábamos la vuelta. Hasta que lo llamamos y nos dijo ‘a ver, ponelo en marcha’. Lo hicimos y a los pocos instantes aseguró ‘el problema es el distribuidor’. Y era cierto. Conoció tanto la mecánica del coche que a la distancia se dio cuenta”.
Sobre otras complicaciones, Diego indica que “renegamos mucho con la fibra de vidrio para hacer una copia de la trompa. Tengo la original, pero pesaba mucho y decidimos hacer una nueva y la vieja la usamos de matriz. Eso fue lo que más nos atrasó porque confiamos en esa persona que no dilató el tema, pero luego cambiamos y fuimos con una empresa que se dedica a la fibra de vidrio”.
Para las publicidades recurrieron a la vieja usanza y se pintó todo a mano, como se hizo en la época. Trabajó el filetero Daniel Ferrari que realizó una labor similar a la efectuada sobre el Ford Sierra XR4 de Rubén Daray, otra joya recuperada del TC 2000 y que fue campeón en 1985.
“Lo último que se hizo fue poner los palieres, el autoblocante, se armaron las relaciones de caja y la pusimos, se sumó el embrague y el caño escape. Y tiene dos butacas para poder disfrutarlo junto a Cocho cuando lo maneje”, detalla. Como el VW 1500 la idea de los hermanos Medina es también usarlo para eventos a beneficio.
El volver a vivir de este auto es un rescate emotivo para Diego. “Tengo 51 años y en 1990 era copiloto de Cocho en el auto de TC. Te genera recuerdos y vivencias (se me pone la piel de gallina). Mi papá falleció cuando mi hermano tenía cuatro años y yo tenía ocho. No tuve un papá presente, pero el automovilismo suplantó eso porque acá respiramos nafta y aceite porque nos fascina”, asegura.
“El Regatta, más allá de la restauración, provoca una locura en las redes porque cada vez que ponemos una foto hay una revolución increíble. Es Cocho y el Regatta, una combinación explosiva. Ese auto no salió campeón, pero ganó cinco carreras en una misma temporada y le peleó el campeonato a Traverso que era el cuco de la categoría”, sostiene. El propio Flaco de Ramallo les mandó un video y manifestó su alegría por la recuperación del auto.
Ese furor en las redes que cuenta Diego se dio con las recuperaciones de los autos históricos, en especial los del TC 2000 de esa época. Es que el tuerca que iba al autódromo veía en la pista a su auto de calle ya que era el mismo coche con los motores originales, pero preparados para competición. Ganarle una carrera a otra marca era motivo de cargadas el lunes, salir a manejar y golpearse el pecho. En especial esos modelos tuvieron mucho arraigo en la gente y fueron de los más vendidos en la época como el propio Regatta, los Renault Fuego, el Ford Sierra o las diversas variantes de VW que usó Guillermo Maldonado, desde el 1500, el Gacel, Passat y Gol.
Pasaron 31 años y las apariciones de estas joyas generan mucha emoción y nostalgia porque es un túnel en el tiempo a unos días que marcaron a fuego este deporte. Ver a estos autos otra vez es una caricia al alma del fierrero que pudo vivir ese momento y para los jóvenes que descubren una época de oro del automovilismo nacional.
Así quedó restaurado el auto
Por Darío Coronel – Infobae
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