Podrían empezar a fin de año los ensayos clínicos con una vacuna argentina

Si todo marcha como está previsto (y como están intentando los investigadores), a fines de año podrían empezar los ensayos clínicos [en seres humanos] con una vacuna desarrollada de punta a punta en el país. La primera candidata que se encamina hacia esa meta es la que tiene entre manos el equipo de  Juliana Cassataro en el Instituto de Investigaciones Biotecnológicas de la Universidad Nacional de San Martín, llamada “Arvac Cecilia Grierson”.

El grupo se puso a trabajar en mayo de 2020.  “Nos centramos en un prototipo que pudiera desencadenar respuesta de anticuerpos neutralizantes y ya en noviembre/diciembre habíamos elegido los que arrojaban buenos resultados –cuenta Cassataro–. A partir de ahí, empezamos a reunirnos con diferentes empresas para ver cuál tenía la capacidad y el interés de acompañarnos, y llevar el proyecto a la producción”.

Gracias al acuerdo firmado con el Laboratorio y la Fundación Pablo Cassará, se les transfirieron  los protocolos para producirla en escala industrial. “Estamos en ese proceso, que es muy lindo y de mucho aprendizaje –explica la científica–. Verificamos que lo que se produce en la planta nos dé los mismos resultados que en el laboratorio y también estamos haciendo los ensayos de toxicidad exigidos para poder avanzar a la fase I, en la que se prueba la seguridad”.

Cassataro aclara que aunque quieren terminar de diseñar el estudio y obtener la aprobación del comité de ética hacia fin de año, ese lapso podría llegar hasta principios del próximo si se dilatan las decisiones regulatorias.

La Arvac Cecilia Grierson es una vacuna que utiliza la plataforma de proteína recombinante.  “Se fabrica un pedacito de una proteína del virus en el laboratorio, se purifica y  se administra solo eso –explica–. La tecnología se conoce desde la década del 90 y es similar a la que se utiliza contra la hepatitis B o el HPV. Es muy segura, se da incluso a bebés recién nacidos. La elegimos por la experiencia y la capacidad local para la producción de proteínas recombinantes”.

Aunque tienen otro prototipo más potente, la que están proponiendo y comenzando a producir en la planta es una fórmula de refuerzo del individuo vacunado. En el laboratorio protege contra las tres variantes circulantes en el país:  alfa (británica), gamma (Manaos) y lambda (andina).

“Comparado con las otras disponibles, el nivel de anticuerpos neutralizantes que genera nos da muy bien –se ilusiona Cassataro–. La idea es que sirva para nuestra población. Estamos trabajando para que a fin de 2022 podamos darnos un refuerzo con una vacuna desarrollada en la Argentina. Ojalá sea la nuestra…”

Contrarreloj

Científicos del Instituto Leloir también esperan conducir la inmunización que están desarrollando, de una sola dosis y con menos sustancia activa, hasta la etapa de ensayos clínicos antes de que termine este año.

“Por ahora, no tenemos fecha para el inicio de los estudios, pero estamos armando todo para llegar antes de fin de 2021. Vamos progresando, aunque no tan rápido como quisiéramos”, confiesa.

El grupo, que históricamente trabajó en cáncer y terapia génica con adenovirus (los mismos utilizados en otras plataformas como vehículo para presentar la proteína S del coronavirus a nuestro sistema inmune), decidió volcar su conocimiento reunido a lo largo de décadas en investigación básica en el desarrollo de una vacuna.

Unos meses después de iniciada la pandemia, ya habían diseñado nueve diferentes, entre las cuales seleccionaron dos y resultó que ambas eran muy potentes. “Una es ligeramente mejor que la otra –contaba en ese momento Podhajcer–. Una sola administración genera una inmunidad que persiste en roedores (que viven alrededor de dos años) durante cinco meses y luego no decae. Ni los anticuerpos ni la inmunidad celular. Tampoco disminuye la capacidad neutralizante: el suero de los animales es igualmente eficaz a las dos semanas de recibida que cinco meses después”.

Estas fórmulas también serían “de segunda generación”, están diseñadas contra las mutaciones. Y dada la falta de capacidad instalada para producir las vacunas que se necesitan, presentan una ventaja nada desdeñable: logran la misma inmunidad con una dosis 10 veces menor a las habituales. Hay que probarlo en seres humanos, pero todo indica que la idea es viable.

En este caso, ya hay un acuerdo con el Conicet y la compañía biotecnológica Vaxinz para hacer la transferencia.

Resultados promisorios

Desde principios de 2021, el bioquímico Guillermo Docena, investigador del Conicet, lidera el desarrollo de una tercera vacuna en la Universidad Nacional de La Plata. “Estamos un poco más atrasados  porque empezamos en febrero –cuenta Docena–. En marzo tuvimos los primeros candidatos vacunales y empezamos con la fase preclínica (en ratones). Estamos todavía en esa etapa, optimizando el plan de vacunación, pero los resultados son promisorios. Vamos obteniendo lo que esperábamos, los mecanismos inmunológicos que se necesitan en estas vacunas”.

Esta también utiliza una plataforma de subunidades proteicas. “Se trata de la llamada RBD  –detalla Docena–, la porción de la proteína S del virus que se une al receptor ACE2 para ingresar en nuestras células. La obtiene en levaduras el grupo de Javier Santos y Cecilia D’Alsessio, del Instituto de Biociencias, Biotecnología y Biotecnología Traslacional de la UBA. Nosotros tenemos el adyuvante, una nanopartícula que tiene una doble función: proteger al componente activo y activar el sistema inmune”.

En ratones, a los que se la administran por vía intraperitoneal, obtienen anticuerpos neutralizantes y ven que genera un tipo de ellos llamado IgG en el pulmón, lo que bloquearía la entrada del virus. “También estamos desarrollando la RBD de variantes por si es necesario incluirla en la vacuna”, aclara Docena.

Tanto Cassataro como Docena contemplan la posibilidad de que sea necesario administrar terceras dosis si la circulación viral, como todo parece indicar, continúa durante algunos años. Esto hace aún más importante el desarrollo de una inmunización local.

“Hasta que no se vacune todo el mundo, la transmisión del virus seguirá –explica Docena–, de modo que habrá que mantener un estado inmune sostenido en el tiempo. Pero no justifico para nada que [el refuerzo] sea ahora. Tiene que ser después del año y dirigido a la variante Delta, porque ya el virus de Wuhan circula muy poco. En este momento, la prioridad es usar las vacunas para proteger a la mayor cantidad de gente posible, ya que los no vacunados podrían convertirse en reservorios en los  que se genere un linaje que no responda a las vacunas”.

Y concluye Cassataro: “Trabajaremos para dar los refuerzos, porque las variantes no circulan igual en todos lados, como pasa con la gripe. Es fundamental tener las capacidades para poder trabajar con lo que está circulando acá. Desarrollar toda la producción de punta a punta da independencia en las decisiones. Y en la Argentina esa potencialidad existe”.

También están avanzando otras inmunizaciones, como la que desarrollan científicos de la Universidad Nacional del Litoral junto con  las empresas Cellargen, Biotech y Biotecnofe, otra que se incuba en el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de Bariloche y una última (que sería oral) en la Universidad Católica de Córdoba.