El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, retrocedió este jueves de sus posiciones golpistas y accedió, en una carta al país, a respetar las decisiones del Supremo Tribunal Federal (STF), que lo investiga por varios delitos, luego de que el país se convirtiera en un caos, con bloqueos de rutas por parte de ultraderechistas que presionaban al propio mandatario a realizar un golpe de Estado,
En medio de la peor crisis institucional entre poderes desde el fin de la dictadura militar en 1985, Bolsonaro se dio vuelta en su camino hacia la ruptura institucional desoyendo a sus bases: durante 48 horas camioneros bloquearon en 15 estados rutas pensando que estaba en marcha el tan ansiado golpe contra la máxima corte, que investiga por golpismo a dirigentes bolsonaristas.
La resolución llegó del lado de la “vieja política”: mandó a buscar con un avión a su antecesor, Michel Temer, para que le ayude a ponerle fin a una crisis que inició el martes de esta semana, en el Día de la Independencia, cuando desafío con no cumplir las órdenes judiciales en su contra.
“Bolsonaro ha muerto por la boca, la vieja política dejó que se ahorcara con su propia cuerda ante la fortaleza del Congreso y la corte suprema”, interpretó ante una consulta de Télam el sociólogo Alberto Almeida, del Instituto Brasilis, autor del libro “El Voto del Brasileño”.
En su declaración al país, Bolsonaro retrocedió y el mercado financiero, aliado de su agenda neoliberal, le respondió: la bolsa logró recuperarse y cerrar en positivo y el dólar cayó revirtiendo la tendencia alcista de un día cargado de tensiones.
“Quiero declarar que mis palabras, a veces contundentes, tienen que ver con el calor del momento y los embates que siempre apuntaron al bien común”, afirmó Bolsonaro en una carta a la Nación con el objetivo de detener la sangría política de sus aliados, la presión en los mercados financieros y el fantasma de una ruptura institucional.
Bolsonaro afirmó que “nunca” quiso agredir a los poderes y que las causas que le sigue el juez Alexandre de Moraes, del STF, serán enfrentadas dentro del sistema de Justicia.
“Reitero mi respeto a las instituciones de la República, fuerzas motrices que ayudan a gobernar el país”, dijo Bolsonaro en una carta de dfiez puntos.
El mandatario intentaba detener a sus militantes en las carreteras del país que estaban haciendo protestas reclamando cerrar el STF, pero parte de sus aliados políticos dieron con esta carta un mensaje alejado del discurso del pasado martes vinculado a romper con el Poder Judicial.
Temer, quien había tenido a Moraes como ministro de Justicia y fue quien lo designó en la alta corte, acudió al Planalto -donde había llegado tras conspirar contra Dilma Ruseff, de la que fue vice-, y puso a Bolsonaro al teléfono con el juez supremo.
No hubo pedidos de disculpas. Hubo un anuncio de parte del presidente de que iba a respetar las decisiones, 48 horas después de haber lanzado, a los gritos, un anuncio de desobediencia, llamando “canalla” al magistrado.
“Estoy ayudando a pacificar el país”, dijo Temer, quien para las bases bolsonaristas es parte de la corrupción de la vieja política de la negociación y los intercambios que explotaron con la explosión de la operación anticorrupción Lava Jato.
Durante dos meses el bolsonarismo convocó a empresarios rurales, millonarios de la ultraderecha, pastores y militares retirados a organizar un ataque al STF: Bosonaro los correspondió el martes en la Avenida Paulista, llamando a la desobediencia.
Células sueltas del bolsonarismo agrario -incluidas mafias de la minería ilegal y el agronegocio que defiende el uso de armas en el campo- se lanzaron entonces a generar conmoción cortando rutas y amenazando con desabastecimiento. Bolsonaro mandó un audio de whatsapp llamándolos aliados, pero les pidió que depusieran su actitud porque iba generarse desabastecimiento.
La lucha de los bolsonaristas en las rutas fue lanzada contra el “comunismo” de los jueces, pero mientras se desarrollaban los piquetes y amenazas en todos los rincones del país, Bolsonaro participó virtualmente de la cumbre de los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).
Aislado políticamente y con su base fuera de control, Bolsonaro abandonó sus críticas al mundo comunista y agradeció a su par chino, Xi Jingping, por la cooperación por el envío de materia prima para la vacuna del coronavirus.
El miércoles, el Supremo Tribunal Federal había amenazado a Bolsonaro con iniciarle una causa por atentado contra la democracia si no cumplía las órdenes judiciales. Este jueves se sumó el titular de la Justicia electoral, Luiz Barroso, quien lo tildó de “farsante” por publicar fake news sobre fraudes electorales.
En las redes sociales, la “matrix” del bolsonarismo no podía entender cómo las Fuerzas Armadas no habían entrado a jugar al golpe de Estado cuando los ruralistas querían hacerlo, manteniendo camiones último modelo de compañías sojeras amenazantes en la Explanada de los Ministerios.
Los negociadores del Gobierno fueron el ministro de Infraestructura, Tarsicio de Freitas, y el jefe de Gabinete, Ciro Nogueira, jefe del bloque derechista llamado Centrao, que le garantiza a Bolsonaro no soportar un juicio político.
El dique de los pedidos de impeachment es Arthur Lira, jefe de Diputados, del Partido Progresita, un bolsonarista versión de última hora que asumió las riendas de la agenda del Gobierno en la Cámara Baja y este jueves emergió más poderoso frente al jefe del Ejecutivo.
Lira, Nogueira y Temer son de la llamada vieja política que convivieron con los oficialismos desde 1995 en el Congreso. Bolsonaro, con 28 años de diputado, optó por una solución con ellos por su supervivencia, pero fue abandonado por quienes, en una suerte de Qanon tropical, bloqueaban las rutas al grito de “libertad”.
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