El grupo Estado Islámico en Afganistán (EI-K), principal rival de los talibanes, reivindicó los ataques cometidos este sábado y domingo contra el movimiento islamista en la ciudad afgana de Jalalabad, informó su órgano de propaganda Amaq a través de un comunicado.
El grupo afirmó ser el autor de “tres atentados con bomba separados” contra tres “vehículos de los talibanes” ayer en Jalalabad, y de otro “ataque con bomba” hoy contra “un vehículo de los talibanes” en esta gran ciudad del este de Afganistán, recogió la agencia de noticias AFP.
El ataque de este domingo contra un camión que transportaba a combatientes talibanes ocurrió cerca de la frontera con Pakistán, y si bien en principio no se confirmó que la existencia de muertos, varios ocupantes del vehículo debieron ser hospitalizados.
Según un periodista, el ataque se produjo en un cruce vial en dirección a la capital Kabul.
En tanto, las tres explosiones del sábado mataron por lo menos a dos personas e hirieron a otras 20, afirmó un alto cargo talibán que pidió mantener el anonimato.
Un alto cargo del departamento de salud de Nangarhar, cuya capital es Jalalabad, por su parte, dio cuenta de tres muertos.
Al menos uno de los atentados tomó como blanco un vehículo policial de los talibanes.
Estos ataques, que son los primeros después de la retirada total de las tropas estadounidenses a finales de agosto, demuestran la precaria situación de la seguridad en el país donde los talibanes prometieron restaurar la paz y la estabilidad después de más de cuatro décadas de guerra.
Jalalabad es el principal foco del grupo EI-K, rival de los talibanes, que además de reivindicar los atentados cometidos estos últimos dos días, también se adjudicaron el sangriento atentado que costó la vida a más de 100 personas en el aeropuerto de Kabul el 26 de agosto, durante las caóticas evacuaciones.
Este domingo, más temprano, el vocero de los talibanes en la ciudad de Kunduz, Matiula Ruhani, pidió más ayuda a “toda la comunidad internacional”, tras subrayar que “no son terroristas”, sino que “han traído la paz” al país centroasiático, informó la agencia de noticias Europa Press.
Kunduz, en el norte de Afganistán, fue capturada por el grupo islamista el 8 de agosto en el inicio de la ofensiva relámpago que llevó a los talibanes a tomar el control de todo el territorio tras la conquista de Kabul apenas una semana después.
Ruhani explicó que esta ayuda podría adoptar la forma de inversiones o proyectos de reconstrucción, o “cualquier tipo de apoyo humanitario para el gobierno o los ciudadanos de Afganistán”.
Asimismo, criticó a la comunidad internacional por apoyar a lo que describió como un “gobierno corrupto” en Afganistán durante los últimos 20 años pero detener la ayuda tan pronto como los talibán accedieron al poder.
No obstante, evitó comentar acerca de las controvertidas políticas que los talibanes emprendieron hacia las mujeres, limitándose a señalar que el grupo valora a todos los ciudadanos, mujeres y hombres, por igual.
Actualmente, los gobiernos de todo el mundo están sopesando la mejor manera de tratar al grupo, conscientes del pésimo historial de Derechos Humanos que les precede, al tiempo que se esfuerzan en aliviar el creciente desastre humanitario al que se enfrenta el país.
Al respecto, la Comisión Independiente para los Derechos Humanos de Afganistán (Cidha) anunció la suspensión de sus actividades ante la imposibilidad de realizarlas desde el 15 de agosto, fecha en la que los talibanes tomaron Kabul.
La organización denunció en un comunicado el “desprecio continuo por los Derechos Humanos” de los talibanes y citó como ejemplos los ataques a defensores de DDHH y “violaciones flagrantes del Derecho Internacional Humanitario”.
“La dirección de la Cidha tiene escasa confianza en que un gobierno talibán respete las funciones y la independencia de la Cidha”, argumentó.
“El pueblo afgano necesita un organismo independiente de Derechos Humanos donde plantear sus denuncias por violaciones de sus derechos con garantías de que hacerlo no los pondrá en peligro”, agregó.
Esta suspensión de la actividad de la Cidha se suma a las restricciones a activistas de la sociedad civil y a la libertad de expresión, lo que supone “una drástica reducción de la capacidad de los afganos para supervisar y proteger ante graves violaciones de Derechos Humanos”.
La Cidha pidió a la ONU y en particular al Consejo de Derechos Humanos del organismo internacional la creación de un “mecanismo independiente de vigilancia de las violaciones de los Derechos Humanos en Afganistán” y exige a los talibanes que respeten la independencia de la Cidha y su personal, así como de los defensores de los Derechos Humanos afganos.
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