El proyecto con los pumas en el Parque Patagonia comenzó a principios de 2019. El primer animal capturado fue “Pepito”, un macho de entre 3 y 4 años y unos 60 kg. Se lo pudo monitorear durante 3 años, tiempo en el que está programado, el collar se salga.
Los collares con GPS permiten, entre otras cosas, evaluar la dieta de los animales. ¿Cómo funciona? “El GPS toma un punto cada 3 horas, 8 por día, y los envía por satélite. Nosotros lo que hacemos es analizar esos puntos en un mapa, lo que nos permite detectar agrupamientos de puntos que representan momentos en los cuales el animal estuvo mucho tiempo en un solo lugar”, explica Emiliano Donadío, director científico de la Fundación Rewilding Argentina.
Investigar esos agrupamientos de puntos, permitirá saber si el animal se quedó descansando, durmiendo, comiendo o si es una hembra, quizás puede ser el sitio donde tiene la madriguera. Entonces, un técnico de campo —con la ubicación de ese agrupamiento de puntos en su GPS— se acerca hasta el sitio, e investiga si hay una presa muerta que el puma cazó. De ser así, anota qué presa es. “Si nosotros repetimos esto durante mucho tiempo, nos podemos dar una idea de cuál es la dieta de un puma a lo largo de un año”, afirma Donadío.
A Charly lo capturaron el 16 de diciembre de 2021 en la zona del Cañadón Pinturas. Un macho joven de 3 a 4 años, de unos 58 kilos. El seguimiento que se hizo sobre este ejemplar, entre enero y mayo de 2022, arrojó datos reveladores, que vienen a poner en cuestión algunos preconceptos sobre el comportamiento de esta especie.
Se identificaron 78 agrupamientos de puntos, de las cuales el técnico de campo pudo relevar 67. “Es un montón, estamos hablando de miles de hectáreas”, remarca Emiliano. En esos 67 sitios se encontró que el guanaco es en un 90 % la dieta de Charly. “Lo que queda claro es que no es un puma que sale del área protegida para ir a buscar ovejas a los campos vecinos, que es una de las grandes críticas a las áreas protegidas, que se convierten en fuentes de individuos que después van y cazan en los campos vecinos”.
“Lo que esto nos indica —afirma el investigador— es que cuando hay presas nativas, los pumas se comen a las presas nativas. Entonces sabemos que para coexistir con la fauna silvestre (sobre todo con un depredador como el puma), es importante mantener cierto número de presas nativas en los campos”.
El relevamiento determinó que Charly tiene un área de acción de unos 352 km² y siempre dentro del área de reservas. Hay otros pumas marcados cuya área de acción incluye el parque y una estancia vecina. “Esos son los más críticos a la hora de colectar información sobre el movimiento. Cuando estos pumas están en la parte de su área de acción fuera de la reserva, nos interesa saber qué están haciendo”. Usando esta tecnología se puede evaluar el daño real que causa el puma: si mata un animal en una estancia, el equipo de la Rewilding Argentina puede ir a ver qué cazaron, compartir la información recabada y evaluar acciones de mitigación.
“Esta información siempre se socializa, con un impacto interesante: los vecinos empiezan a entender que no todos los pumas son un puma problema. Estos cambios de actitud, son una de las cosas que nosotros estamos buscando. Que eso sensibilice a los productores para empezar a buscar soluciones que no sean solo la erradicación del puma. Y cuando empiezan a buscar soluciones, a veces nos contactan a nosotros o al INTA”.
En total, desde el 2019 el equipo científico de Rewilding Argentina pudo colocar collares con GPS a 29 pumas en Parque Patagonia. Este esfuerzo brinda no solo información biológica o ecológica de los animales, sino que es una herramienta que permite un trabajo social: “Se trata de lograr soluciones que no sea la erradicación”.
El puma está presente en el noroeste patagónico, y en el resto de América. Su presencia determina el buen estado y funcionamiento de los ecosistemas. Está en marcha un cambio de paradigma, que encuentra en la tecnología una aliada fundamental.
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