Un trabajo reciente publicado en el Journal of Archaeological Science: Reports, de dos investigadoras de CONICET, reveló aspectos desconocidos y novedosos sobre representaciones rupestres halladas en el sur de Santa Cruz.
El campo volcánico Pali Aike está ubicado en la zona más austral del desierto patagónico, en el límite entre la provincia de Santa Cruz y la región chilena de Magallanes, a pocos kilómetros del estrecho del mismo nombre. Un paisaje desafiante en el que cuesta imaginarse, a ojos del presente, cómo era la vida de las personas que hace miles de años lo transitaban en busca de alimento y refugio.
En el alero Romario Barría, localizado en la cuenca del Río Gallegos, las científicas obtuvieron los primeros fechados radiocarbónicos directos por AMS de pinturas rupestres del sur de Patagonia. Los estudios mostraron que estas representaciones tienen una antigüedad de más de 3.100 años, cuando se creía que tenían como máximo 2000 años.
También fue posible establecer un orden cronológico en el uso de los colores (rojo, blanco y negro) y determinar la composición de las mezclas pigmentarias utilizadas.
Según concluyen las científicas en el trabajo publicado, estos resultados proporcionan las primeras dataciones de las actividades pictóricas en el campo volcánico Pali Aike, asignadas al denominado Estilo Río Chico, extendiendo su antigüedad alrededor de 1000 años.
El estilo Río Chico es un estilo de figuras geométricas realizadas mediante trazos lineales y el color que predomina es el rojo, en el cual están realizadas más del 90 por ciento de las representaciones. El negro y el blanco son minoritarios.
“Lo que nos mostraron las dataciones radiocarbónicas realizadas por Alejandro Cherkinsky, investigador del Centro de Estudios de Isótopos Aplicados de la Universidad de Georgia (EE.UU), es que el rojo es el color que ha sido más utilizado desde 3.120 ±60 años A.P. (Antes del Presente). Mientras que el rojo se utilizó durante miles de años, el negro, en cambio, se comenzó a usar durante los últimos 760 años A.P., razón por la cual son mucho menos frecuentes los motivos en este color. De todas formas, es necesario que realicemos más dataciones para confirmar esto”, explica Judith Charlin, investigadora del CONICET en el Instituto Patagónico de Ciencias Sociales y Humanas (IPCSH, CONICET), co-autora del trabajo junto con la investigadora Liliana Manzi, del Instituto Multidisciplinario de Historia y Ciencias Humanas (IMHICIHU, CONICET).
Al mismo tiempo que se lamenta porque “la muestra de pintura blanca no tenía la cantidad suficiente de materia orgánica para ser fechada, así que no tenemos ninguna cronología absoluta para el uso de ese color, aunque suponemos que fue anterior al negro, según lo indican las superposiciones de motivos negros sobre blancos”.
Esta actividad pictórica está relacionada con un aumento en la intensidad de ocupación de sitios en la región durante los últimos 3.500 años AP. Los diferentes eventos pictóricos sugeridos por la superposición de motivos, las variaciones tonales y las cronologías directas obtenidas en Romario Barría indican un uso prolongado y recurrente del sitio.
En general, las representaciones rupestres del campo volcánico Pali Aike se encuentran en sectores del paisaje que no están relacionados precisamente con sitios de habitación, como sucede por ejemplo en Cueva de la Manos al noroeste de Santa Cruz, sino que sirvieron como marcadores en el paisaje de zonas de aprovisionamiento de recursos, como fuentes de rocas para la manufactura de artefactos líticos, o grandes lagunas y cursos fluviales, donde se concentraba la fauna: guanacos, choiques u otro tipo de aves.
“Los sitios con representaciones rupestres que estudiamos en general están asociados con vías o sectores de circulación. El estudio de su ubicación en el paisaje, a través de los sistemas de información geográfica (SIG), muestra que estos sitios no se encuentran asociados con lugares donde haya mucha abundancia y diversidad de restos arqueológicos”, detalla la arqueóloga.
Las técnicas y materiales utilizados
Las científicas infieren que para la realización de la mayoría de las pinturas estudiadas fueron utilizados los dedos, como también lo sugiere la existencia de positivos de falanges en otros sitios arqueológicos de la región.
“Con respecto a las técnicas, sabemos que se han usado los dedos y también alguna suerte de pincel que pudo estar hecho a partir de restos vegetales o de pelos de guanaco o humanos. Aunque no hay evidencias al respecto, y es muy poco lo que sabemos, nos damos cuenta por las diferencias en el ancho de los trazos cuándo se trata de dedos y cuándo de pinceles. Pero eso es algo que estamos evaluando de acuerdo a cómo se dispersa la pintura. Estamos haciendo análisis de huellas dactiloscópicas, denominadas paleodermatoglifos, algo innovador para nuestro país. Lo estamos haciendo con gente especialista en criminalística. Hemos ido al campo a tomar huellas digitales en las pinturas rupestres para identificar sexo y edad de los/las pintores/ras”, describe la investigadora.
Con respecto a los materiales que se utilizaron, los análisis de la composición de las pinturas rojas – -que fueron realizados con la técnica denominada espectroscopía Raman- indicaron que el pigmento más utilizado en tiempo y espacio es la hematita y procede de los afloramientos volcánicos de la región. El basalto, alterado por meteorización, que es el proceso de transformación de color, textura, composición o firmeza de rocas y minerales a partir de la acción del agua o el ambiente, produce la hematita. Así, las científicas también logran concluir que la materia prima para hacer las pinturas fue obtenida localmente.
“Para obtener las muestras que datamos raspamos la superficie de las pinturas en una porción muy pequeña para no dañar la conservación de estas evidencias. Tenemos análisis en marcha por difracción de rayos X en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA para identificar la composición de los pigmentos negros y blancos. Por el momento, lo que sabemos de los negros es que no parecen ser de carbón, sino óxido de manganeso, y los blancos, carbonatos. Pero estos análisis están en marcha y aún no tenemos los resultados. Y lo que hay hecho en la zona anteriormente es muy escaso”.
Finalmente, las científicas destacan que los fechados radiocarbónicos realizados fueron posibles porque en las mezclas pigmentarias, además de haber sido utilizados minerales que son los que dieron el color a las pinturas, fueron agregadas otras sustancias orgánicas, que se denominan “aglutinantes”, porque permiten darle consistencia a la mezcla de los pigmentos. Estos parecen haber sido restos vegetales, según ciertos indicadores, pero también hay evidencia en otros lugares del uso de huesos de fauna molidos o pulverizados. “En la meseta central de Santa Cruz, se habla también de uso de tejido y grasa de herbívoros (muy probablemente guanacos) y albumina (clara) de huevos de cauquén o choique. Por eso, lo que se está datando de estas pinturas es justamente la parte orgánica de su composición”, concluye Charlin.
Mucho más que arte
De un tiempo a esta parte, el campo de la arqueología ha dejado de referirse respecto a las pinturas halladas en cuevas, aleros y paredones como “arte rupestre”
“Está muy discutido todo esto del arte, nosotros hablamos de representaciones rupestres, ya todos concordamos con eso, pero muchas veces por simplicidad, y a veces también por tradición, se sigue hablando de arte rupestre. Pero es una denominación que ya no se utiliza. De hecho, no pensamos que sea arte, si lo consideramos como algo que no tiene función más que la estética en sí misma. Entendemos que las representaciones rupestres cumplen muchas funciones (sociales, económicas y simbólicas), y muy importantes, dentro del contexto de vida de los cazadores-recolectores u otros grupos sociales”, aclara Charlin.
Fuente: Ahora Calafate
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