Fernando Alturria: “Mi alma nunca se fue de Malvinas”

El integrante del Centro de Veteranos de Guerra de Santa Cruz, Fernando Enrique Alturria, se encuentra desde el pasado miércoles en las Islas Malvinas acompañado por su pareja, la docente Mariana Fernández y se reencontró con otros ex combatientes de diferentes puntos del país, quienes igualmente viajaron por sus propios medios.

Todos retornarán mañana sábado al continente en uno de los vuelos comerciales que se reimplantaron hace pocos años lo que les dio la posibilidad de rememorar en situ las vivencias de situaciones límites durante el cruento conflicto bélico de 1982, afrontando también rigurosas condiciones climáticas y el dolor por la muerte de camaradas que cayeron defendiendo la soberanía argentina.

Alturria, oriundo de Buenos Aires y actualmente radicado en Río Gallegos, tenía solo 19 años cuando en abril de 1982, hace casi 43 años, fue destinado a la isla Soledad de archipiélago.

Acababa de egresar de la Escuela de Suboficiales de Ejército con el grado de cabo y cumplía servicios en el Regimiento de Infantería 12 de Mercedes, Corrientes.

SUS RECUERDOS

Desde Puerto Argentino, en diálogo informal con El Patagónico, contó que después de la guerra, este es su tercer viaje al archipiélago y siempre tiene le sensación de “encontrarme con ese joven de 19 años fue fui, pero además mi alma nunca se fue de Malvinas”.

El miércoles estuvo en el cementerio de Puerto Darwin, donde están sepultados en la turba los restos de camaradas, constituyéndose en centinelas de la Patria, entre ellos el soldado santacruceño José Honorio Ortega (foto junto a su tumba).

A todos ellos les rindió un respetuoso homenaje y a pesar del tiempo transcurrido, volvió a embargarlo un profundo sentimiento de tristeza, conteniendo a duras penas las lágrimas.

El jueves se trasladó hasta Pradera del Ganso, en el istmo de Darwin, donde los días 26, 27 y 28 de mayo combatió junto a los efectivos de su unidad militar, liderando a jóvenes soldados conscriptos que tenían su misma edad.

“Y hoy vuelvo a tener una sensación difícil de describir ya que a pesar de estar en medio de la nada y del silencio al volver al sitio de los combates. se me viene a la memoria el recuerdo de verdaderos amigos, verdaderos hermanos. Todos los veteranos dejaron su corazón aquí y por eso pienso que nunca me fui de aquí”, describió

LA BANDERA SIEMPRE ESTARA

Respecto al trato que dispensan los kelpers y otros residentes de origen chileno y uruguayo, dijo que el trato hacia los visitantes es amable y que si bien los trámites migratorios para ingresar son engorrosos, el requerimiento de pasaporte también rige para los que llegan de la Gran Bretaña y de otros países.

“Me contaron que algunas veces hubo desubicados para con gente de otras delegaciones, pero el nuevo grupo que yo integro de manera circunstancial no tuvo ningún problema y en mi caso me manejo con un inglés gaucho (risas), aunque igualmente nos encontramos en las calles de Puerto Argentino con personas que hablan castellano”.

“Además –reparó- aquí no hay delitos y nos contaron que tiempo atrás fue deportado uno de los habitantes por haber cometido un robo. Es decir que son muy estrictos y solo hay faltas comunes como el hecho de conducir en estado de ebriedad”.

La charla con Alturria, que hasta hace pocos meses fue presidente del Centro de Veteranos de Santa Cruz, fue extensa y resulta difícil de sintetizar en un solo reporte periodístico, pero vale señalar otra circunstancia que, contò, se les exige a los argentinos: no se les permite llevar banderas nacionales, salvo en el predio del cementerio de Puerto Darwin.

No obstante se les “recomienda” que no les adosen frases alusivas a Malvinas y hacerlas flamear por encima de la cintura, aunque no hay reparos cuando alguien viste una camiseta de la selección argentina de fútbol o de otro deporte, siempre que no incluyan inscripciones vinculadas a nuestra soberanía,

“De todos modos nosotros pensamos que cada paso que da un argentino por las islas es una verdadera bandera nacional flameando”, afirmó.