La inauguración de “La Calle en Bellas Artes” en el Centro Cultural Santa Cruz, impulsada por la Secretaría de Estado de Cultura, dejó testimonios de los artistas que por primera vez exponen sus obras en el centro de referencia por excelencia para las artes visuales de Santa Cruz.
El colectivo Kalimocho -integrado por Jorge Ojeda, Miguel Mellado y Norberto Sueldo- marcó un momento significativo para el arte urbano en Río Gallegos. Con el lema “pintamos el tema del día”, sus intervenciones se presentaban como crónicas visuales que capturaban el pulso de la vida cotidiana. Su estilo directo y vibrante dejó una huella en los muros de la ciudad y en el imaginario colectivo.
En esta ocasión, Jorge Ojeda, integrante fundador de Kalimocho, remarcó: “Abrir este espacio es muy importante porque el arte callejero busca un hilo conductor con la sociedad” y añadió que la intención de los murales pintados en la década de los 90, era “decir qué pasaba en la sociedad, de una forma irónica. Llegaba un momento para pensadores, porque eran fuertes las imágenes que usábamos”.
Otro de los artistas presentes es Gabriel Pérez. Su obra se convierte en un espacio relacional donde los participantes devienen en co-creadores. No se trata de objetos, sino de procesos que reconfiguran la experiencia comunitaria. Su práctica crea resistencia en tiempos donde el aislamiento por momentos parece ser la norma. “El arte contemporáneo es todo muy efímero: las obras pueden durar un año o una semana en la calle”, señaló Pérez y subrayó: “Tenerla en un espacio que nos legitime a nosotros como artistas, y más siendo de Río Gallegos, nos da esta apertura para que la cultura siga creciendo. La idea es volver lo invisible visible y es parte de lo que están viviendo hoy acá”. También comentó que las obras se trabajaron en forma comunitaria con estudiantes secundarios y visitantes de la comunidad: “El Complejo Cultural es una meca del arte. Durante mucho tiempo, trajeron artistas y muestras impresionantes y recuperarlo de esta manera es importantísimo”.
A su vez, Leandro Correa, conocido como Dogore, presentó obras en las que “Lo bizarro, lo feo y lo malo” no es una exageración; es la verdad que se filtra cuando se rompen las máscaras. Sus composiciones nos obligan a mirar aquello de lo que preferimos huir. Durante la inauguración de la muestra, Correa, sostuvo: “Es muy importante para nosotros, como artistas callejeros, que venimos hace mucho tiempo ya bardeando las calles, metiéndole color a la ciudad, para cambiarle el ámbito a la gente también, que no sea todo gris”. “No nos ponemos límite tampoco con lo que pintamos, expresamos lo que queremos, hacemos lo que nos gusta, lo que queremos, siempre”, expresó el artista a la vez que añadió: “Río Gallegos es un lienzo gigante que todavía nos falta tapar. Todos nosotros, todos los que estamos acá, estamos disponibles para hacer arte. La idea es expresión, y bardear, y colores, y nada, sigan haciendo lo que hacen”.
Cristian Correa (Kuri) presentó sus murales que son mezcla de “influencias orientales y urbanas” visualmente fascinante. En esa riqueza estética, hay un eco de la fragmentación y tal vez eso sea lo único real. Kuri expresó que lo que se busca como artistas es “llegar a esta conexión de la sociedad junto a nosotros. Porque lo que buscamos es expresamos, y no nos ponemos estos límites de abarcar cualquier cosa que queramos decir”.
“Esto es lo nuestro, esto somos nosotros, que estén presentes acá es una bocha y más que nada tener este espacio: traer lo que nosotros hacemos afuera a un museo”, subrayó.
Otro de los grupos, CTMcas utiliza el grafiti como herramienta de reflexión social. En esta muestra, presenta obras que evocan la relación con el territorio, la fauna y la memoria colectiva. En primer término, Valeria Contreras agradeció a las autoridades, los artistas y los visitantes de la muestra: “Es un honor para mí estar compartiendo este espacio como artista con exprofesores, exalumnos, colegas de antes, de ayer, de siempre, amigas, colegas” y a su vez, Mariana Oyarzún, también del colectivo, pidió más inversión en política cultural para sostener y seguir abriendo estos espacios.
Por último, integraron la muestra Daniel León, con composiciones en las que los colores y formas orgánicas operan entre lo humano, lo natural y lo tecnológico. Sus paisajes visuales no son representaciones, sino mapas de color “de sentimientos propios y sociales”; y Topaia: Sus murales trazan líneas de fuga hacia dimensiones cargadas de simbolismo y reflexión. En los colores vibrantes y los símbolos que construye pinta “universos alternativos e introspectivos”.
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