Poco antes de las 2 de este domingo se reestableció el servicio eléctrico en Caleta Olivia. Ello apenas calmó la generalizada indignación de la ciudadanía, luego de tres días y noches consecutivos sin luz.
La empresa provincial Servicios Públicos Sociedad del Estado (SPSE) procuró justificar las persistentes interrupciones del servicio eléctrico en la incidencia del factor climático, bajo el argumento de que uno de los inviernos más duros de los últimos años afectó la antigua línea de 66 Kv. que proviene desde Pico Truncado, lo que provocó fallas en los aisladores.
Culpó también a la gestión del expresidente Mauricio Macri de haber frenado el tendido de la nueva línea de 132 kv, “producto de políticas de ajuste desmedidas”, una obra que ahora volvió a ponerse en marcha “gracias a los fondos gobierno santacruceño”, señaló, pero SPSE obvió mencionar que esa obra figuraba en ejecución desde 2008.
Además, la empresa provincial nada dijo sobre la falta de mantenimiento de la antigua línea, en la cual se produjeron numerosas fallas en los aisladores y tampoco explicó por qué carece de equipamiento especial para el desplazamiento de sus cuadrillas de operarios en terrenos fangosos o cubiertos de nieve.
Incluso, según se deprende del informe de prensa emitido hace pocas horas, tuvo que solicitar apoyo de personal especializado de la Sociedad Cooperativa Popular Limitada de Comodoro Rivadavia (SCPL) para reparar las fallas.
Mientras, en medio del riesgo que representa la pandemia de COVID-19, el personal de organismos estatales que custodia las rutas del acceso norte de Caleta Olivia, apenas contó durante el apagón con linternas para controlar la llegada de camiones y vehículos particulares por la ruta Nacional 3, en medio de un temporal de lluvia.
Los reiterados cortes, como lo informó en sus últimas ediciones El Patagónico, motivaron que en la noche del sábado se observara una caravana de autos por las calles céntricas cuyos conductores hicieron sonar de manera persistente las bocinas para exteriorizar la indignación generalizada indignación de la comunidad que agotó no solo su paciencia, sino también el stock de velas que había en los comercios.
El Patagónico
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