El chinchillón anaranjado (Lagidium wolffsohni) es un mamífero roedor con una acotada distribución al extremo occidental de la provincia de Santa Cruz y en las regiones de Aysén y Magallanes en Chile. Normalmente, habita ambientes rocosos cordilleranos o en sistemas de bardas, cañadones y bordes de la meseta esteparia, alimentándose de las pequeñas plantas que crecen cerca de sus refugios.
En Patagonia existe una importante población en el área del Cañadón del río Pinturas y se sabe a través del relato de los pobladores, que la especie estaba presente en otros sectores, como el Cañadón Caracoles. La caza indiscriminada por su cuero, carne o solo por diversión, hizo que desapareciera.
Las tareas para intentar conservar y ampliar la población del chinchillón se encontraban con un serio obstáculo: hasta hace dos años era una de las especies menos estudiadas en su biología y ecología. Es así que cuando desde la Fundación Rewilding Argentina (FRA) se planteó “revertir las extinciones locales, translocando individuos”, resulto ser un gran desafío.
En 2019 se comenzó trabajando en el Cañadón del río Pinturas capturando y marcando algunos individuos. Para eso, primero hubo que diseñar las técnicas más adecuadas desde cero. “Había que probar el tipo de trampas para capturarlos, los tipos de cebos, como manipularlos, los protocolos anestésicos, etc”, cuenta el biólogo Sebastián Di Martino, director de Conservación de la FRA, “y lo mismo para realizar el rastreo de los individuos a través de la tecnología. En un hecho inédito a este momento para la especie, se comenzó a probar con telemetría VHF (una señal de radio que permite ubicarlos), y más recientemente mediante el uso de GPS, mucho más precisos, para conocer sobre su territorio y área de acción”.
También en el Pinturas se utilizan las cámaras trampa para registrar cómo se comportan los individuos marcados, a qué hora están más activos, cuando empiezan a parir las crías, cuando se independizan de las madres, etc. “Estos conocimientos nos sirvieron para planificar mejor las translocaciones desde el Cañadón Pinturas al Cañadón Caracoles, e incluso para tener una idea de la cantidad de individuos que íbamos a mover, que fuera pequeña para no poner en riesgo la abundante población del Pinturas”, explica Di Martino.
Con toda esta información ya sistematizada, en octubre de 2020 se comenzó con las translocaciones de grupos familiares perfectamente identificados. Los machos con las hembras que se apareaban y los juveniles que integraban el grupo familiar. Se trasladaron cinco machos, cinco hembras y tres juveniles a cuatro paredones rocosos del Cañadón Caracoles. Las capturas se hacían durante la noche y se los trasladaba temprano a la mañana en cajas de madera especiales en un trayecto que no duraba más de tres horas. “Previamente, se había seleccionado la barda donde los íbamos a liberar, y nos quedamos ahí hasta que veíamos que el animal estuviera cómodo”, relata el biólogo.
A esta técnica de conservación se la conoce como una “suelta dura”. Individuos silvestres, muy bien adaptados a su medio y que se saben desenvolver perfectamente, que obtienen su alimento, se defienden de los depredadores, etc.” Esta técnica es la más recomendable, siempre que pueda hacerse, es la más rápida y la menos estresante para los animales. Lo que hay que hacer, por supuesto, es observar que se adapten bien a su nuevo ambiente”, afirma el científico.
Los resultados son óptimos. De los 13 individuos liberados solo un macho fue depredado por un zorro, algo considerado normal. Los depredadores de los chinchillones son los zorros, gatos de pajonal y a veces hurones.
La gran noticia es que han empezado a reproducirse. Se ha registrado al menos el nacimiento de cuatro crías y quizás haya otras más. Dos de esas crías nacieron durante la temporada pasada, es decir que dos de las hembras translocadas era madres preñadas., y las otras dos son de esta temporada, o sea que esas hembras fueron preñadas en su nuevo hábitat. “Eso habla del éxito de la translocación”, se entusiasma Di Martino.
“Estamos supercontentos de cómo viene el proyecto, por ser la primera vez que se hacen tantas cosas con esta especie: capturarlo, marcarlo, monitorearlos con telemetría, translocarlo, transportarlo, todo es nuevo”, expresa el director de Conservación de la FRA “Hacer un proyecto de reintroducción y que ya se estén reproduciendo, que los juveniles esten crecidos y que ya busquen sus propios territorios, es muy auspicioso”.
Con mucho esfuerzo colectivo, se van pudiendo revelar los secretos de esta especie con el objetivo de devolver a este verdadero “centinela del cañadón” a los paredones del noroeste santacruceño de los que nunca debió desaparecer.
Fuente: Ahora Calafate
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