“No es un episodio que genere una preocupación inmediata porque tanto la barrera que se desintegró como el glaciar tiene volúmenes bastante más pequeños que otros rompimientos que se registraron antes, pero el lugar en el que se dio es algo muy llamativo para toda la comunidad científica”, afirmó Sebastián Marinsek, ingeniero en Electrónica, graduado de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), que se desempeña como jefe del Departamento de Glaciología de la Coordinación de Ciencias de la Tierra del Instituto Antártico Argentino (IAA).
El investigador, cuya área de estudio está relacionada con el balance de masa de los glaciares antárticos y el sensoriamento remoto indicó que “esta ruptura se dio al este del continente antártico, una zona a la que la comunidad científica considera en equilibrio, con tendencias al descenso de temperaturas y como una gran masa de hielo estable; los grandes rompimientos de barreras de hielo en general se dan de este lado de la Antártida sobre la península, fue un evento inesperado en un lugar donde nunca pasa nada, como una tormenta en el desierto”.
“Las barreras de hielo están en flotación por lo que su ruptura no afecta el nivel del mar, pero estas masas de hielo flotante son las que contienen el avance de los grandes glaciares afianzados en el continente que sin ellas como freno aceleran su tránsito hacia la costa aumentando el volumen de agua que pierden en el proceso y esto si puede incidir en la suba del nivel del mar”, detalló.
Marinsek estimó que “si bien la barrera ya presentaba algún desgaste nadie esperaba el rompimiento, es muy probable que las subas de temperatura de más de 40 grados en promedio que se registraron en la zona la semana pasada hayan tenido que ver con este episodio, pero son cuestiones a corroborar por los investigadores”.
“No se puede afirmar que este incidente haya tenido que ver con el cambio climático, para eso deberíamos haber visto episodios similares en el área y este por ahora es una singularidad que va a demandar de mucho trabajo de investigación para ampliar el conocimiento científico; estas barreras tardan decenas de miles de años en formarse y su rompimiento genera oportunidades para entenderlas más profundamente”, agregó.
Marinsek y su equipo trabajaron este verano en el territorio antártico argentino realizando monitoreo de los glaciares de la zona e instalando sensores y cámaras financiados a través de un programa del ministerio de Defensa para vigilar en tiempo real las condiciones ambientales del glaciar Bahía del Diablo en la isla Vega y de la pista aérea de permafrost de la base Marambio.
“Colapso total de la plataforma de hielo Conger en la Antártida del este el 15 de marzo (unos 1.200 km2)”, señaló la científica de la NASA Catherine Colello Walker, al publicar en su cuenta de la red Twitter imágenes de satélite del acontecimiento.
Según el Centro Nacional del Hielo, la agencia estadounidense que vigila el hielo flotante, la desintegración de esa plataforma dio lugar a un témpano de casi 30 km de largo y 18 km de ancho, llamado C38, que luego se rompió en dos pedazos.
La formación de témpanos, conocido como “parto”, es un proceso natural, pero el calentamiento del aire y los océanos contribuyen a acelerarlo, de acuerdo con los científicos.
No es la primera vez que una barrera de la Antártida se desintegra por completo. En 2002, la plataforma Larsen B, mucho más grande, se derrumbó, pero se encontraba en la Península Antártica, al otro lado del continente.
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