Quieren conocer cómo el calafate responde a los cambios ambientales

El calafate y el chacay son especies de arbustos de gran importancia ecológica, productiva, medicinal y alimenticia para el sur de la Argentina y de Chile. Por esa razón, investigadores del Instituto de Investigaciones Forestales y Agropecuarias Bariloche (IFAB) INTA-CONICET y del Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente (INIBIOMA) CONICET evalúan estas especies para desarrollar estrategias de conservación en la región.

Según Mariana Weigandt –investigadora del INTA Bariloche– estos estudios se originaron ante la preocupación sobre los efectos del cambio climático en los diversos ecosistemas.

“Las predicciones para Patagonia muestran un escenario de mayor intensidad y frecuencia de eventos extremos que afectan particularmente al ecosistema natural predominante: la estepa arbustiva. Por eso, buscamos conocer los patrones de crecimiento del calafate y el chacay, así como sus niveles de resistencia y resiliencia ante eventos climáticos adversos”, indicó la especialista.

De acuerdo con Weigandt (foto) y colaboradores, la investigación es crítica para analizar la respuesta de estos arbustos, sus limitaciones y potencialidades ecológicas. “Esta información permitirá desarrollar estrategias para su conservación, identificar su potencial para el cultivo con fines productivos y promover acciones para la recuperación de ambientes degradados”, agregó.

El calafate y el chacay se distribuyen en climas áridos y sermiáridos fríos, desde Neuquén hasta Tierra del Fuego, y desde los Andes hasta la meseta y costa atlántica. Se encuentran en diversos tipos de ambientes como cuestas, valles y cañadones, ribera de ríos, lagos, y en claros de los bosques nativos de lengas.

El calafate es un recurso natural que cumple un rol fundamental en el ecosistema, a la vez que tiene un gran potencial de uso y múltiples aplicaciones. Por un lado, el arbusto es consumido como forraje para los ovinos y caprinos –que se alimentan de sus flores, frutos y brotes tiernos– y forma parte de la dieta de los guanacos y choiques. Además, son muy utilizados por los pueblos originarios y las comunidades locales, tanto para alimentación como para el cuidado de la salud.

Por otra parte, el fruto –conocido como el “berry patagónico”–es altamente demandado tanto para el consumo en fresco como para la elaboración de diversos productos alimenticios.

De acuerdo con el equipo que lleva adelante este trabajo, es importante considerar la necesidad de producir cultivos a escala comercial para satisfacer la demanda creciente de frutos, diversificar la actividad agropecuaria patagónica y minimizar el impacto sobre los ambientes naturales: “La investigación y experimentación con plantaciones de esta especie podría ser una herramienta muy útil para la concientización, su conservación y uso sustentable”, advirtieron los investigadores.

Por otra parte, el chacay (foto) –cuyo nombre en mapuche significa “árbol con espinas”–es muy utilizado para leña por su alta capacidad calorífica presentando además una madera de alta densidad en comparación con otras especies arbóreas. A su vez, los pobladores rurales utilizan distintas partes de estas plantas con diversos fines y las flores de este arbusto son insumo para elaborar miel de chacay. Las hojas poseen un alto valor nutritivo y forman parte de la dieta de ciervos, liebres y para el ganado ovino y bovino.

“En sus hojas contienen una proporción alta de nitrógeno respecto a otras especies presentes en la región, por lo que generan un efecto fertilizante en los ambientes donde crecen”, manifestaron los investigadores, y señalaron que esa característica demuestra que el chacay tiene alto potencial en la restauración de suelos degradados por factores como compactación por efecto del ganado, incendios o erosión por viento o agua.

Debido a la naturaleza leñosa de ambas especies y a las características climáticas de la zona, el grupo de investigación se encuentra analizando los pulsos de crecimiento en estos arbustos a través de sus anillos de crecimiento. Estos anillos o marcas son los que permiten determinar la edad de las plantas, su crecimiento particular durante una temporada, como así también explorar el modo en que el clima ha impactado en su crecimiento a lo largo de su vida.

“A partir de la medición del ancho de estos anillos podemos conocer la resistencia que presentó una especie a condiciones climáticas adversas, por ejemplo, durante años de sequías extremas, cómo se recuperó de esta condición y su capacidad para volver al crecimiento previo a dicho evento”, remarcaron los investigadores.

Actualmente, el Grupo de Ecología Forestal del IFAB INTA-CONICET Bariloche y el INIBIOMA-CONICET está evaluando la madera de ramas de estas especies para comprobar la conformación de anillos de crecimiento anuales y estudiar su crecimiento a lo largo de los últimos años.

“Nuestro objetivo es analizar el crecimiento anual de ambas especies de arbustos en relación con el agua disponible a nivel superficial y subterráneo y el impacto de los últimos eventos de sequía”, concluyeron.