Este año se celebra el 50 aniversario de uno de los mejores discos de la historia del rock, “The Dark Side of the Moon” (“El lado oscuro de la luna”), de Pink Floyd, que en su momento y hasta hoy batió todos los records de ventas de un LP y de permanencia en el primer puesto de los charts, tanto ingleses como norteamericanos.
Para celebrar el aniversario salió hace unas semanas una edición “de luxe” del álbum remasterizado, que incluye varios discos extras con el concierto de presentación en vivo en 1973 y distintos remasterizados, y además el siempre polémico Roger Waters –separado del resto de la banda hace décadas- volverá a tocar el álbum en vivo una gira internacional que ya casi agotó todas las entradas para la decena de shows en el Estadio de River en Buenos Aires.
Pero hay un enigma relacionado con el álbum que sigue sin respuesta: se trata de la experiencia de sincronía “Dark side of the Rainbow” (“El lado oscuro del arco iris”), y que conecta de una manera casi única tanto en la historia del rock como en la del cine, dado que la improbable pero para muchos comprobada conexión relaciona a un disco grabado en el estudio Abbey Road de Londres en 1973 con una de las películas más famosas de Holywood y la MGM de 1939, nada menos que “The Wizard of Oz” (“El mago de Oz”) que dirigió Victor Fleming e inmortalizo a Judy Garland y que fue ya por si sola ha generado varios mitos y teorías conspirativas propias, incluyendo los alcances del trabajo de los directores no acreditados pero famosos George Cukor y el productor Mervin LeRoy, que estuvo a cargo de la trascendental transición del film del blanco y negro a colores que por entonces era toda una novedad, pero también sobre la supuesta explotación y contratación vil de la “gente pequeña” (es decir, enanos) que aparecen por docenas en el film interpretando a los “munchinks”.
La historia negra de Hollywood asegura que debido a las malas costumbres comerciales de un agente de espectáculos circenses y de varieté, especializado en conseguir “freaks” para producciones de los estudios, los pobres enanitos sufrieron todo tipo de crueldades y casi explotan de furia en una especie de rebelión en el hotel donde los tenían segregados del resto del elenco y los técnicos.
Pero la gran pregunta es cómo es posible una conexión entre dos obras tan disímiles y de disciplinas totalmente ajenas. Lo cierto es que nadie sabe con certeza quién descubrió la experiencia de sincronía conocida popularmente como “The Dark Side of the Rainbow”, nombre que surge de combinar el título del disco de los Floyd con la canción más famosa de la película, el clásico “Over the Rainbow”. EL asunto es que en la década del ’90, con la aparición del disco en CD, y la existencia del film primero en el formato hogareño de casete VHS y luego en DVD permitió que un fan anónimo de ambas obras de culto las uniera en una experiencia única, cosa que tal vez haya sucedido por pura casualidad, salvo para aquellos iluminati de la cultura pop que afirman que esto ya había sido planeado por Pink Floyd cuando hicieron el disco. La Experiencia radica en quitarle sonido al film, y largar el disco al tercer rugido del león de la Metro –el famoso logo introductorio a toda película de la MGM- para dejarse llevar por la increíble cantidad de coincidencias entre las imágenes del film y la música e incluso las letras de “The Dark Side of the Moon”.
Entre la larga lista de sincronías notables se puede mencionar que al principio, cuando Dorothy –Judy Garland- mira el cielo, se escuchan sonidos de helicópteros, o que cuando empiezan a sonar las campanitas del tema “Time” Dorothy hace sonar la campana de su bicicleta, cuando David Gilmour canta “Home, home again” la nena quiere volver a su casa, y cuando todo vuela por los aires debido al tornado el tema que suena es “The Great Gig in the Sky”. Si se escucha el disco en vinilo y no en CD es notable que cuando se da vuelta para empezar el lado B con el famoso tema “Money” la película justo se vuelve en colores, y todo estos signos de sincronía que siguen durante el resto del álbum, con un final apabullante en este sentido dado que los sutiles efectos de sonido para el latido del corazón con el que culmina el álbum coincide de modo perfecto con el “hombre de lata” de la película encontrando los latidos del corazón que no tenía.
Si bien no conocemos (y tal vez jamás lo hagamos) quién fue el descubridor del fenómeno, lo que es seguro es que comenzó a ser difundió en las primeras primitivas redes sociales de los años ’90 como usenet. La primera mención formal de la prensa al fenómeno ocurrió en 1995 en un diario de Indiana, y en 1997 hubo una generosa información del asunto en MTV News que surgió de las cada vez más frecuentes charlas sobre este raro caso en innumerables programas de FM.
Pero el momento culminante del este casi paranormal efecto “Dark Side of the Rainbow” tuvo lugar en el año 2000, cuando un canal serio dedicado al cine clásico como Turner Classic Movies, emitió “El Mago de Oz” con el fondo musical de “The Dark Side of the Moon”, provocando comentarios de los televidentes, algunos muy sorprendidos por lo que consideraron un fenómeno real y comprobable de la misteriosa sincronía entre un clásico del cine de 1939 y este clásico del rock de 1973. A partir de ahí hubo gente que se tomó tan en serio la coincidencia como para empezar a interrogar a los miembros del Pink Floyd, y en este caso solo lograron, en una entrevista, que la banda en su conjunto dijera que nunca tuvieron la menor idea al respecto y que todo debe haber salido de la cabeza de “algún tipo con demasiado tiempo libre que tenía a mano la película y el álbum”.
Para los científicos interrogados sobre este fenómeno sincrónico cuasi paranormal, la explicación es simple: la mente se deja confundir por el azar de la sincronía, concentrándose en los momentos en que imágenes y sonidos coinciden y descartando de manera inconsciente la muy superior cantidad de momentos sin sincronía. Pero ni esta ni otras explicaciones racionales han impedido que, con los años, proliferen en internet, sobre todo en YouTube, las escenas ya armadas con la música de Floyd para deleite tanto de los creyentes como de los escépticos, incluso el público infantil que a través de las imágenes del Mago de Oz llegó a Pink Floyd. Hay hasta una película que combinaba a los Muppets con los Munchinks, “The Muppets Wizard of Oz” en la que al principio uno de los muñecos miraba a cámara y le decía al publico
Los que tengan a mano el disco Dark Side of the Moon presionen ‘play’ ahora.
Pero hay otro fenómeno de sincronía entre Pink Floyd y un film famoso que funciona aún mejor que El Mago de Oz” y que tiene más sustento para darle credibilidad: es la larga suite “Echoes” de su álbum “Meddle” de 1972 con la larga escena psicodélica final de “2001 odisea del espacio” de Stanley Kubrick.
Y aquí el tema es que hay al menos una conexión histórica real: en 1967 el Pink Floyd por entonces liderado por Syd Barrett, compositor y factotum de la banda en la que aún no estaba David Gilmour, editó su primer y formidable álbum “The Piper at the Gates of Dawn” que empezaba con un tema espacial, “Astronomy Domine” e incluía un tour de force revolucionario para la época con sonidos cósmicos, “Interstelar Overdrive”. Esto sin duda llamó la atención del cineasta Stanley Kubrick que venía preparando obsesivamente su “2001 Odisea del espacio”, y tuvo la idea de encargarle a la banda la música de la ambiciosa película de ciencia ficción que, entre otras cosas describe el hallazgo de un monolito extraterrestre en un cráter de la luna.
Los Floyd aceptaron el encargo, pero nunca pudieron mostrarle más que unos breves bocetos a Kubrick, que poco convencido optó por el “Danubio Azul” de Johann Strauss, además de inmortalizar en el film “Así hablaba Zaratustra” de Richard Strauss, además de múltiples obras abstractas de Gyorgi Ligeti.
De nuevo en la era de internet, a fines de los ’90, y tal vez inspirado por el fenómeno “Dark side of the Rainbow”, empezó a correrse la voz de que si se ve la última parte de “2001” justo a partir del título “Jupiter y más allá de las estrellas”, coincidiendo con el primer sonido de la suite “Echoes”, se experimenta un auténtico videoclip diseñado para sincronizar las imágenes de Kubrick con la música de Floyd. En este caso el efecto es innegable: realmente el final de la película de Kubrick responde en cada patrón visual a los cambios musicales, la irrupción de las voces y hasta el sentido poético de las letras como si fuera pensado y realizado ex profeso, e incluso muchos aseguran que esta música mejora sustancialmente lo que ya es una obra maestra del cine fantástico. Se han realizado exhibiciones de este fenómeno en todo el mundo y también en Buenos Aires, y desde hace años reina ya sincronizado en Youtube para deleite de crédulos y, en este caso, también incrédulos y público desprevenido.
Otra vez se oyó la explicación racional de los científicos sobre la sincronía aleatoria, pero lo que pasa en este caso es que existió un pedido de música de Kubrick a Floyd, lo que está rigurosamente constatado, y, por otro lado, para cuando el grupo de Roger Waters grabó “Echoes” (que además dura casi exactamente lo mismo que la secuencia de Kubrick a musicalizar, con una diferencia de un par de segundos) la banda experta en psicodelia venía de aportar a la banda sonora de “Zabriskie Point” de Michelangelo Antonioni y a dos films de culto del joven Barbet Schroeder, los grandes opus “More”, sobre las andanzas de unos hippies drogones en Ibiza, y “Le Vallee” con hippies antropólogos visitando tribus Mapuga de Nueva Guinea. Ambos films dieron lugar a álbumes oficiales de Pink Floyd, “More” y “Obscured by Clouds” por lo que está claro Waters, Gilmour, Wright y Mason tenían disponibilidad de equipos para sincronizar films con su música.
Dado que la difusión, por más que fuera informal, de esta versión del final de un film de Kubrick con música de Floyd podía dar lugar a alguna demanda legal, la banda hizo una declaración formal a través de su discográfica acerca de que “entendían la sorpresa por la coincidencia entre música e imágenes pero que no había participado en eso y no podían explicarlo de algún modo concreto”. Por su parte, el hosco y poco comunicativo Kubrick jamás mencionó el asunto hasta su muerte en 1999.
Aun si a medio siglo de la edición de “Dark Side of the Moon” nadie va a explicar nada ni sobre la conexión entre Pink Floyd y “El Mago de Oz” y de “Echoes” con el final del “2001” ambas experiencias están fácilmente disponibles en la web para el disfrute de los fans y el debate eterno de los conspiradores obsesivos.
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